Todo conspira para que yo me vaya sin decir ¡Adiós!
a nadie, ... Nadie se dará cuenta... aunque quisiera irme y que todos los supieran... Demasiado grande es el mundo para darse cuenta cuando yo me vaya- causa mucho ruido el quehacer humano para acallarse porque yo me muera- lo habita mucha gente absorta en liviandades que por algo tan trivial como la muerte se interese, se desgaste en alardes de ruidosos funerales, vaya al cementerio- nadie tiene tiempo para tan leve afán; el doloroso instante, la soledad acompañada, el féretro ambulante por la ciudad extraña... la corriente humana sigue indiferente, sombras son pasmadas en el pálido horizonte del más fugaz de todos los instantes. Todo conspira para que yo me vaya sin decir ¡Adiós!
a nadie, sin
que nadie haya que
murmure un rezo, me
lleve a la estación, suspire, llore un poco, deshoje un beso sobre el pálido esqueleto, invoque viejas glorias, deshoje historias- solo yo estaré, encajonado en mísero ataúd, ¡Qué Ironía!- acolchonado para el festín subterráneo de hambrientas alimañas.
Lentamente, inexorablemente he venido caminando el largo
trecho del
último suspiro... calladamente, solitario, trasegando por alares viejos, recordando gestas, engarzando sueños viejos, agotando fuerzas en el postrer
intento para
impedir llegar, tan
portentoso cuerpo, herido
al fin, de muerte, al
cruce de partidas- el
trayecto final de
la última caída de mi poder vencido. Largo fue el camino de la vida, atajos tuvo de alegrías, no todo fue rastrojo, flores hubo, espinas hubo, humedales fueron las campiñas, huertos de semillas muchas, el árbol, la llanura,
tanta viña, tanto
espacio verde....
¡Ah! ... y los desiertos... ¡Oh! eterna melancolía aquella de vivir por tanto tiempo conociendo las sequías, cultivando humanas ironías! Hubiese querido irme cuando alguien quedaba de los
míos , me
llamaban : ¡Hola... mi querido ! - cuando venían los vecinos a preguntar por mi suerte, alguien les contaba con acento triste que yo estaba enfermo, y llorando a mares- muy cerca de la muerte. Hubiese querido irme cuando alguien hubiese habido para hacerle saber a mis
amigos, a
tanto amor ausente, que
viniesen a verme, mientras
estuviese vivo, alerta,
medio despierto al
menos, para
no tener que irme sin
su grata compañía. Hubiese querido irme cuando la ciudad entera me cabía en la mirada, cuando todos mis amigos sabían todo lo que yo
sentía por
haber nacido en ella, y
haberla abandonado un día...
Hubiese
querido irme, cuando, al irse, cualquiera que fuese el que se fuese, se notaba el vacío, en
la calle, en la taberna, en la plaza, en el primer domingo después de la jornada, una silla vacía a la hora de la misa mayor de mediodía. Hubiese querido irme, cuando todos conocían que
alguien se les iba- y sonaban las campanas con dejos de partida. Hubiese querido irme cuando al morir, al muerto en su casa lo velaban, lavaban su cuerpo las mujeres santas, lo vestían como para ir
de fiesta, lo aromaban y rezaban entronizado en la sala de la casa, rodeado de mortuorios gestos, de
gentes con brillantes trajes negros, las mujeres bajo encajes finos , sus siluetas largas, cavernarias, envueltas
en cirios y azucenas, el aire lleno de olores funerales - y el nombre del paciente se leía bien trazado
con polvo de oro sobre largas cintas ribeteadas en dorado, mortajas de muchas rosas muertas, asidero tenaz
de caminantes, amarrados al fúnebre escenario. Hubiese querido irme cuando al morir en el patio del
recinto se libaban aguas fuertes... cuando con ardor y valentía, los dolientes, a cual más
borrachos lloraban y reían contando mis memorias, y se hervían caldos desafiantes, se repartían
tintos y pericos y agüitas confortantes... y se lloraba mucho- mucho se lloraba, quizás por
tanto líquido y tantas otras cosas humectantes. Hubiese querido irme cuando había algarabía por la muerte de cualquier vecino- pólvora en la plaza, ecos de dolor en todo el pueblo, resonancia
en la comarca, en la región, y era gran negocio empapelar paredes con avisos blancos, rellenos
de muchas letras, muy romanas, enmarcadas por grandes cruces negras y largas marcas amarillas trazadas con
brochas engrudadas.
|
Hubiese querido irme cuando llegaban sin saber de
dónde, flores,
muchas flores, y
coronas grandes , por docenas que sí iban a parar al cementerio. Hubiese
querido irme cuando todavía me llamaban, Don José. existía el correo y el cartero cumplía sus deberes, y llegaban a tiempo las misivas de sentida condolencia, surgían de la nada los
amigos y
hasta gentes que nunca conocí, todos, todos, invitaban a las honras, y lloraban con todos los parientes- y hasta los paseantes del lugar -solo por pasar por el lugar,
lloraban. Hubiese querido irme cuando aún sonaban las trompetas de la guerra del poeta que luchaba cosas quijotescas, la huella aún quedaba de su paso por la tierra, sus sueños eran sueños que todos le aplaudían. Hubiese querido irme cuando era de todos conocido- ¡qué se yo¡
...quizá por
lo que hacía, por
lo que no hacía, por
haber viajado lejos, el
primero en treparse al viento, en elevar cometas, en hallar la brisa que marcaba las tormentas talvez por aquello de haber vivido tanto tiempo tan lejos de mi tierra, cultivando mis nostalgias en suelos extranjeros - esos suelos donde tantas veces posé viajero de un querer que nunca hallé y si lo hallé jamás lo fue. Hubiese querido irme cuando alguien hubiese habido que escribiese poemas todavía- versos a los muertos, alguna cosa digna que recordase en piedra su paso de arboleda. Hubiese querido irme cuando se daba la vuelta a la plaza del pueblo en procesión de muerto, y se formaban largas colas negras de gentes todas lagrimosas, de mujeres piadosas, con sus largos velos, de viudas sin consuelo, de novias blancas, las de mis muchos sueños, -de amantes descuidadas- de féminas incógnitas, de tantas otras bellas de las tantas que encarné. Hubiese querido irme cuando era moda el cortejo funeral, mujeres nazarenas arrastrando enaguas rojas, con sus gemidos largos que asombraban a las gentes rezagadas cargadas de sospechas - de si el muerto era aquel que en vida despreciaban. Hubiese
querido irme escuchando
mil rosarios, a
beatas solitarias, a
brujas rezanderas, las
que tanto me asustaban cuando
andaba derrochando fantasmas
y esperanzas cazando
mejoranas, Hubiese
querido irme cuando
decretaban tres días de extremado duelo, ¡ y todos los cumplían!- la familia, los amigos, los extraños... y las nueve noches eran nueve noches, sin excusas ni pesares cargadas de palabras , por decir palabras... Hubiese querido irme cuando todo lo del muerto se guardaba y se cuidaba como si no se hubiese ido... el cuarto, la cama, sus pantuflas, sus pañuelos, el perfume, en mi caso el mío- aquel tan conocido que me hacía tan querido, tan cercano a las sonrisas de labios enfilados al altar de mis proezas. Hubiese querido irme cuando al
morir, nada,
nada regalaban de
lo que del muerto hubiese sido - su cuchilla de afeitar, la brocha, el jabón de espuma... sus cositas- ... Hubiese querido irme cuando hubiese hecho falta, en mi casa, en la calle, en el barrio, en el pueblo, en la ciudad, en todo el mundo. ¡Qué tristeza! No pude irme cuando tanta cosa bella sucedía al que se iba cuando todavía se creía que irse, era para quedarse de por vida. ¡Cuanta pena siento por no haberme muerto cuando
debía! Tendré
que partir en
otra hora, en
cualquier hora, ya
no importa- desde
cualquier lugar, donde,
aunque yo lo quiera, ya
nadie va a estar en
mi partida, nadie
va a llorar, a
correr, a
ver el sitio donde
vaya a estar... Solo
sé que... habrá mucho ruido Y mucho alarde Por otras cosas Que no serán las cosas mías... y mucha gente indiferente, y mucho apuro, y falta de tiempo, y falta de dinero, ¡Ah! eso siempre fue constante
|
Tendré que irme ahora cuando la muerte es negocio montado en cada esquina, cuando todo cuesta- las flores, la elegía los responsos al borde de la
tumba, la
almohadilla, el
sudario, la
camisa almidonada, la
corbata, el
saco, el
escudo de Colombia en la solapa- ahorro si es, de pantalones zapatos, e interiores - al fin y al cabo nada a la vista sobresale, lo que cuenta aparece maquillado- la ventana del engaño
se parece a
la pantalla rota de
algún televisor abandonado. Tendré que irme ahora... Ya que importa... ¡ que expongan mi cadáver donde cobren por mirar! el rostro maquillado, los ojos de cristal y el cabello bien rizado... Eso si dejo libre lo que vale retocarme- es que vale tanto estar bien muerto- ...cobrarán por alzarme, bajarme, taparme, ....y olvidarme... Cobrarán
si me incineran... ¡
Oh maroma de
candela de
la macabra muerte! Cosa
horrible... ...en
un instante- ¡Polvo!
¡Cenizas! La
Nada en
el fondo de una tumba... es
cosa de un instante- No
es Vikingo el fuego ni
olímpica la llama... es crudo el espectáculo...exhausto del infierno de la tierra, ¡Qué importa ...el fuego que todo lo reclama! ... a alguna esquina llegará
el osario, polvo
entre el polvo de
alguna casa alzada todavía al pie del Transmilenio que todo se lo lleva- en una caja abandonada, el alto de un en armario, botada entre ollas oxidadas, o puesta en un jardín dizque de acuerdos para guardar en cajas aceradas los recuerdos- si es que algo queda de lo viril que fui.. si son mis huesos calcinados lo que devuelve el crematorio, o es la suma de otras cajas o la de otros restos tan solo el sortilegio. Hubiese
querido irme cuando
se notara el hueco, el
vacío, la tierra removida, el lugar que ocupaba en este mundo... el sitio abandonado... conservado. De ESO. lo que sea que de mi aparezca- aunque cobren lo que quieran los dueños de la hornilla- que se deshagan en donde quiero estar-en el mar, en un río, en el viento, en la luna, aunque por cada grano de ceniza, que tengan que cargar, cobren lo que quieran cobrar- para eso dejo lo que creo que el asunto costará. Eso si... ¡QUE TRISTEZA SI ME VOY un Lunes.... no podré viajar con paz y a gusto todo el día... No quisiera que nada sucediese en la jornada rutinaria de comienzo de semana de las gentes, ni perdiesen el puesto o sufriesen rebaja de salario por asistir al rápido
sepelio ni
tuviesen que empezar llorando sin querer... llorando por aquello de llorar. ¡No! Debo morirme a la una de la madrugada, en un sábado para ser enterrado antes del domingo y todos puedan volver a trabajar temprano al comenzar de nuevo la semana. ¡No! Tengo que irme ahora, cuando todo el mundo está ocupado- y no decirle a nadie., Pagar de antemano a quien quiera abrir mi fosa, rellenar mi osario, esparcir mi sueño, derrotar mi paso- y cuando esté así enterrado, desaparecido desaparecido- ser el más callado de los muertos, el que nada dijo a nadie antes del suceso ni a nadie quiso despertar, y menos desde la tumba del silencio. ¡No! No es que yo lo quiera así... es que todo hoy ha cambiado, todos andan ocupados, somos tantos, somos muchos, el tiempo corre, la gente corre, las nubes, la lluvia, los rayos, las estaciones, los gobiernos, los partidos, el dinero, todo corre... Yo se que nada valgo para que alguien quiera detenerse, llorar, orar, sufrir...por mi Solo hay tiempo para olvidar, para seguir corriendo... ¡Estoy contento! Me muero cuando nada espero, me muero cuando nada quiero, me muero cuando a nadie debo
nada... ¡
dejo lo que cuesta un pobre entierro, el de un pobre solitario llamado como me llamo yo. Como yo me voy sin que nadie sepa cuando fué, si hoy... o ayer...el entierro nada cuesta. Me voy, así no más,
sin costo alguno.. es
por eso que a nadie digo Adiós, para que todo siga igual, y que nada, ni nadie se detenga... Como
quise irme cuando al irme hiciera
ruido, me
voy cuando ya nada queda me
voy cuando a nadie ya le importa asi no habrá ruido ni malestar alguno porque yo me muera... ¡Ah¡... me voy sabiendo que solo habrá un instante para que alguien sepa que me
fui... Pasado seré al otro instante y todo volverá en si, cuando ya sin ... todo sea igual que cuando fui... Joseph
Berolo 2005
|