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Poseído de los Dioses de la Guerra... ¿ Podrá liberarse?

" La próxima vez que Marte y la Tierra se encuentren de cerca nuevamente, dentro de tres siglos, o nos habremos conducido a nosotros mismos a la extinción como especie, o, (más optimisticamente) colonos humanos podrán mirar, desde la superficie marciana hacia una TIERRA azul, y maravillarse sobre cómo pudo la humanidad lograr conquistar sus intrínsecos dioses de la guerra" -- Anthony Salm, Keiser, Oregón USA-Time, Sept. 22.2003

Joseph Berolo R.

¡ Ecce Hommo! ¡He aquí al Hombre! -- Marte, en órbita elíptica y fuera de centro en relación con el sol, coincide por estas épocas para encontrarse con la Tierra a 25.7 millones de kilómetros más cerca que la distancia normal de 80.5 millones de kilómetros entre los dos; es un encuentro cercano de gran significado, precisamente cuando Homo Sapiens busca desesperadamente probar la existencia de vida en algún otro lugar del universo.

Debemos encontrarnos
Mars
dentro de Tres Siglos

Varias cápsulas-robot exploradoras, navegan en este instante hacia el "cercano" planeta rojo, con mejores perspectivas de llegar que sus antecesoras; viajan impulsadas por la imaginación del hombre, despertada a la conquista marciana, desde cuando Giovanni Schiaparelli creyó ver en 1877 canales artificiales atravesando la superficie del planeta. Hoy sabemos que aquellos canales fueron muy posiblemente tallados por agua corriente, sin la cual, la vida, como la conocemos, no es posible. Esa huella de existencia de vida, es reforzada por el reciente reclamo científico de la presencia, en un meteorito marciano, de microbios fosilizados comprobatorios de que algunos micro-organismos pueden haber hospedado vida en el pasado remoto.

Apasionado por el descubrimiento, Homo Sapiens continúa su eterna gesta viajera que comenzara en las cavernas; navega hacia los confines espaciales, anticipando la continuidad de su empresa, hacia otras y más lejanas conquistas galácticas. Preguntamos: ¿Qué busca Homo Sapiens que no posea ya? No es difícil contestar: ¡Es que necesita, un tiempo y un espacio donde poder encontrar su perdida espiritualidad. !Es que necesita escapar de su aparente destino apocalíptico aqui en la tierra!

Homo Sapiens vive épocas de profunda ceguera material y moral causada por las ambiciones terrenales que lo mantienen atado a la temporalidad de los bienes materiales y le impide reconocer la mortalidad de su existencia debilitada por la carencia de valores espirituales. El hombre moderno vive practicamente enceguecido por los pálpitos rastreros de la vida electrificada; en ese medio se le hace difícil contemplar el infinito, elevarse misticamente; escoger poeticamente un lucero de donde poder colgar al descubierto, sus sueños, y llegar a la realización de su papel trascendental como creatura superior capaz de traspasar las miserables fronteras de la geografía terrenal.

Homo Sapiens habita un tiempo, en el que se ha dejado de tener conciencia de la majestad del espacio exterior, tan presente en la existencia de sus antepasados; el universo era Dios y Dios, el destino, refugio y recompensa final al esfuerzo del hombre por querer vivir con algo de grandeza, su existencia temporal. El Homo Sapiens de hoy, no ignora aquel destino, pero ha perdido en cierta forma su habilidad para alcanzarlo.

Coincidencialmente, Mel Gibson, el discutido actor de cine, se prepara para asombrar al mundo con "La Pasión; un filme que promete causar "daño tóxico", según los críticos, de impacto fundamental para la cristiandad, por lo libre de su expresión artística y severa contradicción de la precisión histórica, particularmente, entre el tradicionalismo católico y la sensibilidad judía. Mel, pretende con esta obra, afirmar su propio fundamentalismo católico, tal como afirmara su apasionado tradicionalismo católico, su padre, Hutton, al negar en su hora el Holocausto Nazi.

En La Pasión, se hace presente la terrible realización de que el ser humano quiere librarse nuevamente de Jesús; en el drama, todo y todos se vuelve contra Cristo; el filme no invoca perdón ni liberación de culpa por la muerte del Mesías; el argumento no acusa a nadie sino a todos. Caifás y Pilatos niegan su parte en la decisión de condena. "Ecce Hommo", y la multitud, aparentemente de Judíos, responde: " Que caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos".

Dice así Joel Silver, productor de cinco de los melodramas interpretados por Mel, entre ellos, Armas Letales, y Teoría de la Conspiración, definiendo al Nazareno de Gibson: " Lo que este hombre (Jesús) estaba haciendo no era nuevo...el pueblo estaba siendo amenazado por su sabiduría y quería librarse de él". Desde entonces, los judíos, y solamente los judíos habían sido los culpables. No fue sino hasta la Conferencia de Obispos Católicos de 1988, cuando se dictaminó que: "Decir que fueron los judíos como raza, los que condenaron a Cristo, puede distorsionar la verdad. Fueron solamente unos pocos judíos". Controvertido dictamen, o sentencia ; al recibirlo, los "cristianos" dejamos de pedir, como lo hacíamos, según el rito católico de antes de Juan XXIII, por "el retorno de los judíos al seno de la iglesia".

"Que caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos", afirma el gran docto católico, Raymond Brown, "fue un juramento de responsabilidad de un grupo, más que la aceptación de culpabilidad racial eterna". Ese juramento de perfidia, atribuido a un grupo, sirvió para que Adolfo Hitler, vociferase ante la concurrencia presente en la Deutschlands Oper Haus de Berlín, en 1930 durante la presentación de la obra, Oberammergau, una caracterización alemana del drama del Calvario: " Nunca ha sido más convincentemente retratada la amenaza del judaísmo que ahora".

Hoy, parodiando a disgusto al infame dictador nazi , Homo Sapiens sabe que, después del "Holocausto", ¡Qué digo!, Holocaustos, el de Cambodia, Rwanda, Palestina, Israel, Colombia, San Salvador, Haiti, Bosnia, et al, "nunca ha sido más convincentemente retratada la total culpabilidad del hombre universal por sus crímenes, que ahora".

73 años después, y seis millones de judíos menos, y otros tantos millones de seres sacrificados, Homo Sapiens, mucho más experimental que trascendental, sabe que su culpabilidad no es la que le fuese endilgada al nacer, luego redimida, solo para serle endilgada nuevamente por el deicidio del Calvario. Homo Sapiens sabe hoy, que su culpa ya no es aquella bíblica, sino una muy propia y muy difícil de achacar al mito del tradicionalismo cristiano. La Pasión de Gibson, rechaza, y lo hace correctamente, el dictamen de la conferencia de 1988, de que el sacrificio del Calvario fue el "crimen de unos pocos", y no el de una raza. La Pasión de Gibson conmina al hombre, como raza universal, a confrontar su culpa actual, por su proceder actual, y hasta cierto punto, por irredenta, toda otra culpa anterior.

La época de oro de la espiritualidad del hombre, y de contemplación de su destino como predestinado para la inmortalidad, parece extinguirse. Afirma el escritor Peter Steinfels, en su libro, "Un Pueblo a la Deriva", (Simon & Schuster) "No es que desaparezca la espiritualidad en el hombre...pero si se enfrenta a la muy triste suerte de enervamiento en moción retardada". Sobre el mismo tema, opina Lance Morrow, crítico literario, "La pregunta de fondo es, cómo el liderato intrisicamente autoritario de la iglesia, de muchas formas esclerótico, frágil, autodefensivo a la manera de todas las burocracias de consenso, puede preservar lo que es mejor y permanente, lo que es sagrado, y permitir a la vez que penetre un aire nuevo y una nueva vida"

Conciente o no de esa necesidad de aire y vida nuevos; perdida la inocencia; convertido su mundo en un atribulado paisaje de conflictos globalizados; llevado por la universalidad del Mal hacia los vengativos caminos del jihad; castigado sin límites aunque teologicamente perdonado muchas veces, Homo Sapiens parece comprender que necesita ser redimido nuevamente, ya no por un redentor bíblico, sino por el propio razonamiento de su culpabilidad, no la selectiva, grupal, nazarena, barrabista, bíblica, sino la que sabe que tiene por su desmandado proceder humano, arrogante, invasor, monopolista, despiadado, camorrista, miope, fuera de quicio, supino, superferolítico, ciego a su putrefacción interior, sus huracanes anímicos y su muy peligrosa heterodoxidad.

Homo Sapiens sabe que debe liberarse de ese tan terrible mal de excesos que lo habita, y encontrar, en más cercanas aproximaciones estelares, Marte y la Tierra, léase, Dios y Hombre, nuevo tiempo y espacio donde poder, libre de ataduras materiales, encontrar y encender nuevamente la extinguida luz del entendimiento de si mismo y de sus grandes valores; de lograrlo, Homo Sapiens renacerá a esa esencia espiritual aparentemente perdida que tanta falta le hace. De no lograrlo, su destino final solo podrá ser el exigido ante el Calvario; aunque en esta ocasión, no será la sangre de Cristo la que caiga sobre el, sino la propia, derramada por sus propias manos. .

Narrativas del Regreso. Primera Parte