Miriam Alberganti (Página web en Uniletras)
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Miriam Alberganti- Bienvenida a la Paz para nuestro tiempo y el tiempo de nuestros hijos
y los hijos de sus hijos a través del cultivo de las Bellas Artes en los jardines de su mente y sus corazones
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Mi
creencia
Estoy convencida de que algún día podremos erradicar la pobreza. Pero
lo que más duele es el abandono y desamparo social, emocional y hasta espiritual. Como Escritora, payasologa y Psicóloga
social trabajo seriamente en ello.El trabajo que hago es particularmente divertido porque me acerca a gente muy agradable.
No es que esté apurada, pero anhelo el momento en el que aparezcan las primeras curaciones para que luego, por contagio,
más personas mejoren su calidad de vida.
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- Misión
Hace tiempo que investigo los procesos que sustentan el buen vivir, con el
objetivo de promover una mejor calidad de vida, con más libertad, alegría y darle más sentido a nuestra
existencia. Como escritora, mis cuentos populares narrados con grandes toques de amor y gran humor no hacen más que
remarcar el sentimiento de una niña inocente en un mundo de grandes. En resumen, es mi aporte para ayudar a vivir
mejor.
- Visión
Oriento a personas y grupos que necesiten
desarrollar sus competencias, crecer y estimular sus potencialidades. También asisto en estados de desorientación,
confusión, en crisis, en la toma de decisiones y apoyar el crecimiento personal.* Desarrollo un trabajo social desde la radio difusión para un público adulto abarcando
áreas desde el autoayuda y motivación y desarrollo personal.Trabajo comunitario como payasóloga donde el fin son los niños en estado de pobreza, abandono o desamparo.
Generando efectos restauradores desde lo lúdico. *Socia del Club de Leones Vicente López Siglo XXI,
integrando el equipo verde de Ecología y Medio ambiente. Coach en equipos de trabajo para potenciar el desarrollo y
generar mejor producción.
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Broches de madera ¡Linda era la hora de la siesta! No porque la niña durmiera, ya había aprendido que momento era el minuto justo cuando su mamá
era atrapada por el sueño y lograba escapar sigilosamente de la cama, su mayor problema estaba cuando el hermanito
no quería despertarse, era cuestión de idear algún plan de travesuras ella sola... ¡No sería
lo mismo sin un cómplice! La casa en silencio, el canto de las cigarras, sol radiante,
ningún mayor a la vista, era la combinación perfecta para hacer lo que se le tenía prohibido. Subir a la terraza, pintarse con los maquillajes de mamá, comerse todo el dulce de leche
usando el dedo como la mejor de las cucharitas... Todo sonaba aburrido, después de todo ya lo había hecho antes... Necesitaba algo más arriesgado, algo que valiera la pena la paliza que le esperaba cuando
se despertara y no la encontrara. ¡Eso! ¡Ir más allá! Después
de todos los grandes lo hacen todo el tiempo. ¡No hay cosa más linda que
ser grande! ¡Nadie los reta! ¡Ni los ponen en penitencia! ¡Tampoco los obligan a tomar la leche ni a comer
verduras, no les refriegan las orejas para que brillen, no tienen que ir a la escuela, ni aprenderse las tediosas tablas de
multiplicar y lo que es mejor, no los obligan a dormir la siesta! ¿Por qué
se tarda tanto en crecer? El tiempo pasa lento en la infancia y más cuando se está aburrido. Pero esa tarde se animó, se vistió con su vestidito de ir a misa y atravesó la frontera. Abrió
la puerta de calle muy muy despacito, sabía que el mínimo ruidito podía echar todo a perder, mamá
decía que el rechinar de las bisagras secas le avisaba si entraba o salía alguien a la casa. ¡Un pie en
la vereda, después otro, cerrar la puerta y listo! ¡Ya estaba del lado de afuera! Guauuuu, salir a la puerta
y sin permiso...
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¡Eso sí que era atrevido!
Era como sentirse grande por un ratito. ¡Qué bueno si el hermanito hubiera visto lo que hizo! Pero no importa,
la ventura esperaba. Enseguida corrió hasta la casa de Mary, tenía su misma edad, sólo que ella era más
alta (escuchó decir a las amigas de su hermana que las chicas altas y flacas conseguían novio más rápido),
a simple vista se daba cuenta que estaba en problemas pero sería algo que resolvería cuando fuera grande. La mamá de Mary abrió la puerta con los ojos medio cerrados, así como un chinito, preguntó:
«¿Le pediste permiso a tu mamá?». «¡Por supuesto!», dijo. Después
de unos segundos de sostener la mirada la dejó pasar, sólo pidió que la dejaran seguir durmiendo su siesta... Con Mary era lindo estar, tenía la facilidad de inventar divertidas historias, sus padres eran italianos,
y esa música suave que solía escucharse desde la sala le encantaba; nunca entendió la letra pero... qué
feliz la ponía, le recordaba que algún día triunfaría como una gran cantante. Mary era buena, solo a veces no prestaba sus juguetes, resultaba algo aburrido verla jugar a la mamá con su
juego de cocinita nuevo que le habían traído los reyes y ella únicamente podía mirar. ¡Con
todo lo que hizo para llegar hasta allí! Mamá decía que los reyes dejaban regalitos a los nenes que se
portaban bien y que hacían caso a sus papás, ella no recordaba en qué momento se portó mal y tampoco
sospechaba quién le fue con cuentos a Melchor. También sería algo que resolvería cuando fuera
grande. No pasó mucho tiempo cuando se cansó de aburrirse ;
se despidió muy correctamente de los padres y les agradeció los dos pancitos con dulce que se había comido.
El tiempo pasa lento y las siestas de verano son muy largas, Todavía faltaba para volver
a la cama y fingir que dormía antes que en la casa se despierten... Recordó el juego
de cocinita de Mary, ¡cómo le hubiera gustado que los reyes se equivocaran de casa...! Sentada
bajo el tendal y viendo flamear y jugar la ropa con el viento se le ocurrió armar su pequeña batería
de cocina, los broches de madera desarmados eran los cubiertos; la camisa a cuadros de su papá recién lavada
era el mantel; los platos, tapitas de frascos de mermelada; los vasos, dos latas de tomates vacías que encontró
en el tacho de residuos y la comidita eran hojitas picaditas del gran gomero del patio... Hasta
el mismo Melchor se hubiera sentado con ella a jugar... De algo estaba segura: este juego resultaba
mucho más divertido que el de su amiga Mary! A la mesa fueron invitadas todas sus imaginarias
amigas. Qué entretenido estaba todo, en plena conversación y casi en susurro para no hacer ruido, la sombra
de su mamá apareció sobre el mantel... Seguro alguien le contó de la travesía,
no había argumento alguno que convenciera a su mamá cuando se le desobedecía; podía sentirse en
el aire que algo estaba sucediendo. ¿Estaría buscando la chancleta justiciera? ¿Estaría
pensando la tormentosa penitencia que le pondría? Sentía los ojos clavados en su nuca, no se animaba a darse
vuelta para mirarla. ¡El reto era inminente! ¡Y tendría dormir la obligada siesta! No entendía cómo
su mamá seguía ahí parada sin decirle nada. Las cosas se ponían peor. Era ahora o nunca. Tomó
coraje, respiró profundo, contando hasta tres antes de girar y mirarla para confesarle todo lo que había hecho,
tal vez así iría a la cama sin una paliza... ¿Quién entiende a los
grandes? Su mamá, allí. de pie, solo lloraba en silencio.
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PAYASOLOGOS SOCIALES Buenos Aires, República Argentina Proyecto literario Libro
PAYASOLOGOS SOCIALES "Por una paya sonrisa" Autores Miriam Alberganti (Psi.social- Coach lúdico - escritor) y Carlos Tryskier
(Lic en Psicología -Coach Lúdico - escritor)
https://www.facebook.com/PayasologosSociales/
payasologossociales@hotmail.com
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Aquella niña sólo quería crecer.
Siempre preocupada por ver si ganaba un centímetro más de la última vez que marco su altura en la puerta. Soñaba ser como su mamá, atractiva, alta
y hermosa! Era linda la vida sabiendo
que su hermanito siempre estaba dispuesto a jugar. Aunque no había muchos juguetes, ella los solía inventar. Eso no era un problema para su gran imaginación. También le encantaban los juegos de manchas y escondidas. La casa era muy vieja, se parecía mucho a los antiguos
conventillos de Buenos Aires: techos altos, sótanos, pisos de madera que su crujir delataban a quien viniera .Todas
las habitaciones convergían en la galería del gran patio y, por supuesto, cada ambiente se iluminaba con una
sola lamparita que aclaraba apenas el ambiente. Eran tiempos duros, la economía y la escasez ya se había familiarizado. Únicamente se comía fruta una sola vez al mes... ¡Ese
día era una fiesta! Había un lugar en particular donde los terrores acechaban; lugar de agua fría, enemas y penitencias.
Cuánto hubiera dado para que desapareciera de la casa como por arte de magia! Sobre el fondo del largo y oscuro pasillo se encontraba el único baño,
siempre le llamaba la atención esa puerta de madera y vitro de colores, era rara. Siempre daba la sensación
que se podía ver para el otro lado pero apenas se podía visualizar si había alguien. Esos vidrios...
qué sentido tenían si no se lograba ver bien? Seguro eran cosas de grandes... Cómo olvidar esa puerta! Allí una vez se apareció
el terror de la infancia. Con él amenazaban cuando hacían travesuras, gracias a él comían toda
la acelga, hígado y tazones de leche llenos de nata aunque no les gustara. Muchas veces aparecía en la oscuridad,
nunca hacía ruido al caminar, estaba en el aire, aparecía por detrás, en las noches, en la imaginación
y en la casa. ¡Dios, qué miedo daba el sólo pensarlo!
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Ella siempre se preguntaba
si a otros nenes también se les presentaba... y si les daría el mismo miedo. Qué alivio sería
crecer bien rápido y superar la marca de la puerta que aún faltaban bastantes centímetros para llegar
a la altura de los vidrios...Tal vez así, al dejar de ser nena, el cuco no tendría necesidad de asustarla. Cuando lo vio, pasó rápidamente del susto al miedo y del miedo al terror. Hizo serios y desesperados
intentos para que su mamá abriera y así poderse refugiar. Pero ella no abría, se estaba bañando
y los niños no tienen permitido entrar cuando los mayores se están bañando. Grito, imploró,
pataleó y rogó, pero la puerta no se abrió. Miró a su hermanito, lo sostenía bien
fuerte de su manita. Nunca había visto esa expresión, no entendía cómo las hadas madrinas de los
cuentos no se hacían presente y acudían en su rescate. ¿Qué cosa más importante tendrían
que hacer? En un acto de valentía intentó protegerlo con su cuerpito. No iba a permitir que ningún
cuco lo asustara! El gran cuco seguía ahí, en silencio. Sólo los miraba con una sonrisa,
de esas que dan miedo, suficiente para temblar y lograr hacerse encima en la puerta del baño a sabiendas del posterior
regaño de la mamá. Los cucos en la niñez pueden tener muchas formas... Suelen
tener ojos y boca como las personas. Pueden ser seres verdes y deformes o elegantes y sonrientes. Siempre habitan la
casa. De día no se solo aparecen en las noches. A veces son imaginarios y a veces suelen
ser los papás.
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¿Querès ser mi amiga? Así comenzó la
relación con Margarita. Qué difícil es socializar cuando se es una niña muy tímida...
Yo no podía creer que había llamado la atención de otra nena para jugar, ya estaba como acostumbrada
a estar sola. Siempre me creí distinta, realizaba grandes esfuerzos por no demostrar lo mal que me hacía sentir
no ser tenida en cuenta por otros nenes. Poco a poco comenzó una linda relación de compañeras de
juegos. Era divertido siempre jugar con Margarita, era descubrir un mundo nuevo, un mundo de juegos distinto. ¡Siempre
lograba hacerme reír por algo que se le ocurría! Ella iba a la «privada» doble turno. ¡Esperar
que llegara de la escuela se hacía interminable! Era estar pegada a la ventana esperando ver llegar el micro escolar
que la traía. Qué lindo era verla bajar con su uniforme siempre impecable, su cabellera larga y rubia; siempre
le llegaba justo a la altura del cinturón del jumper. ¡Nunca supe cómo lograba para que no se pasara!
Ella tenía tan lindos juguetes... Me llamaba la atención que tuviera una habitación para ella sola.
Estaba convencida que eso le era aburrido, yo aún dormía con mis hermanitos y ya era rutina las risitas después
del beso de buenas noches de mamá y apagar la luz al momento de dormir. Lo bueno era que cuando nos sorprendía
una madrugada fría de invierno nos agrupábamos todos en una cama y entrábamos más rápido
en calor. Eso mismo hacíamos cuando alguna pesadilla nos despertaba o cuando simplemente mojábamos las sabanas
porque nos daba miedo, en medio de la noche, ir hasta el baño que quedaba a varias habitaciones de distancia. Supongo
que la cantidad de muñecas que dormía junto a Margarita la haría sentir acompañada. Su casa
respondía a un estilo muy moderno y luminoso, a diferencia de la mía que se asemejaba mucho a las casas «chorizo»
que habían construido los primeros inmigrantes italianos. Siempre recibían visitas, venían en cualquier
día de la semana, en cualquier horario, en cualquier momento. ¡Qué lindo es tener muchos tíos!
A veces cuando venían me mandaban a buscar para que vaya a jugar con Margarita. ¡Qué importante me sentía!
¡Su abuela hacía las tostadas con dulce de leche más ricas del mundo entero! Nos preparaba en el jardín
una mesita con los tazones de chocolatada y tostadas ¡como si fuera el banquete para una reina! Hasta decoraba el servicio
con un mantelito bordado de colores haciendo juego con las servilletitas individuales. ¡Qué lindo era eso...!
No entendía por qué los grandes se dedicaban únicamente a hablar, y hablar y hablar entre ellos. Que
aburrido parecía. Solía de tanto en tanto espiarlos desde la ventana del jardín. Seguramente le estarían
contando a la mamá alguna película de esas que hacen llorar, aunque nadie lloraba... solo ella. Ese año
tomamos juntas la comunión en la capilla del barrio. Pedimos tener las dos las mismas coronitas, sentí que eso
nos uniría aún más, nos entendíamos casi sin hablar! En un momento, en la ceremonia quedamos las
dos juntitas de rodillas con las manitos unidas a modo de oración, frente a la gran cruz, aproveché ese sagrado
segundo para que todos los deseos de mi corazón me fuesen concedidos, después de todo estaba convencida que
el señor Jesús no tendría problemas en concederme lo que pidiera, me había portado bien, comía
toda la comida sin dejar nada en el plato y ya me recordaba todas las tablas de memoria. Muñecas, muñecas, muñecas,
muchas muñecas! Las necesitábamos para jugar a las visitas y sentarlas a la mesa a disfrutar las chocolatadas
de la abuela! No tenía dudas que me lo concedería! Muchas veces le escuché decir a mamá que los
nenes que se portan bien Dios los quiere mucho. En una distracción del sacerdote le pregunté casi en secreto
a Margarita qué había pedido. Estaba segura que coincidiríamos- Ella solamente dijo: «¡Extraño
a mi mamá!».
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Recién me había percatado que la había acompañado
su papá y nadie más; recuerdo haberlo mirado con odio. ¿Cómo no vino nadie de su familia a verla...?
¡Estaba tan linda! ¡Solo pensé que cuando crezca, me iban a escuchar! ¡Seguro que estarían
todos de tertulia como siempre y se olvidaron de Margarita! ¡Eso no está bien! Ya había pasado más
de una semana sin ver a Margui. El sarampión hacía esas cosas con los chicos, separaba a los amigos; por miedo
al contagio nos escondían en casa y nos obligaban a permanecer en cama, en aquel tiempo ponían bombillas rojas
en los veladores: mamá decía que servía para «chupar» la erupción. Yo no entendía
mucho ese tratamiento pero daba resultados. Mi hermanito se curó así y no le quedó ni una marquita en
la cara. Seguramente Margarita estaría enferma... ¡Las mamis de aquella época arreglaban todo con supositorios
o enemas, era lo más feo de estar enfermos! Estábamos perdiendo un tiempo valioso, no veía la hora
de volverla a ver y sentarnos a jugar como si nada; tenía que contarle muchas cosas y presentarle a mi muñeca
nueva, su pelo rubio y unos hermosos ojitos celestes, como Margarita. Había también que elegirle un lindo nombre,
seguro se le iría a ocurrir uno bien bonito. Una vez, mirando por la ventana, vi a la abuela que volvía
de la panadería, le pregunté si Margarita estaba mejor. Tenía la esperanza de que me invitara a ir a
la casa. Apenas me dijo que a su nieta se la llevó el papá a la casa de los abuelos de Rosario, después
de que su mamá se fue al cielo. ¿Cómo que se fue al cielo--- ¿Acaso tiene alas? ¿Cómo
que Dios la llamó? ¡Dios no haría eso! ¿Cómo que está en una estrella? ¿Y
si se cae? Es más seguro quedarse calentita en casa. ¿Y dejar sola a Margarita? ¡Eso no es justo!
Cómo hace para vivir una nena sin su mamá- ¡No! ¡No está bien! Las nenas tienen que
estar con su mamá hasta que las mamás sean bien viejitas. Lloré mucho, y mucho tiempo. Margarita
no contaba con hermanos como yo, ya no vería una mamá como yo, y tampoco me tenía a mí. ¿Qué
hará cuando sienta frío por la noche y cuando alguna pesadilla la despierte? ¿Y si alguna de esas noches
sintiera miedo en la oscuridad? ¿Quién le hará las trencitas? ¿Quién le dará el
besito de buenas noches antes de dormir? Ese día aprendí una de las palabras más tristes ... «Extrañar».
Nunca más volvería a ver a Margarita.
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