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María Isabel Hernández Salcedo. Nacida en Tuluá (Valle del Cauca), Colombia. Socióloga y abogada, en la actualidad retirada de la labor profesional. Escribe prosa y poesía. Algunos ensayos y poemas han sido publicados en Publicaciones Artesanales ECARES" de la Tertulia Tienes la Palabra "Francia Vélez".  Miembro activo  de la Tertulia del Club de Ejecutivos y participante en varias tertulias culturales  de Bogotá, donde reside. Es  declamadora; fue actriz infantil de la Televisora Nacional de Colombia. En la actualidad se dispone a publicar la genealogía familiar y su primer libro de poemas.


MOVIMIENTOS POST-NADAISTAS Y PRESENTE Y FUTURO DE LA POESÍA EN COLOMBIA

Para referirnos a la existencia o no de movimientos post-nadaistas en Colombia, es necesario en primer lugar, aunque de manera breve, presentar los rasgos característicos del movimiento nadaista y en segundo lugar tratar también el presente y el futuro de la poesía en el país. En efecto, para determinar si después del nadaismo ha habido otros movimientos poéticos, es necesario visualizar, en términos generales, el estado actual de la poesía.

A pesar de que los nadaistas afrontaron en su momento múltiples críticas, desde el punto de vista literario y también social, puede afirmarse que ha sido el último "Movimiento" poético en Colombia. Han transcurrido más de cincuenta años desde su surgimiento, período en el que el mundo ha cambiado a velocidades, ritmos y direcciones diversas, inesperadas y muy rápidas. Aunque los cambios sociales son procesos en general de larga duración, desde los años sesenta del siglo pasado hemos asistido y vivido múltiples cambios que nos hacen hablar más de un "cambio de época" que de una "época de cambio", aunque ya sabemos que el cambio es lo único permanente en la vida social. Precisamente al iniciarse la década de los sesenta se gestó en nuestro país (en 1958) el Nadaismo, movimiento literario difundido, conocido, rechazado por muchos y criticado desde diversas orillas, pero que marcó nuevos derroteros en la poesía nacional.

Las formas de expresión literaria, los gustos, los movimientos culturales y también las preocupaciones cotidianas y las utopías se dan en contextos históricos concretos y es así como este movimiento poético está íntimamente ligado a los múltiples cambios que experimentaba la sociedad de la época, en buena parte debido a los que se dieron fuera del contexto nacional en lo que ya empezaba a ser una "aldea global". El movimiento, liderado por el antioqueño Gonzalo Arango (1931-1976) y al que pertenecieron, entre los más nombrados, Jaime Jaramillo Escobar, Amílkar Osorio, Jotamario Arbélaez y Mario Rivero, rompió muchos cánones estéticos; empezó a utilizar un lenguaje coloquial y a colocar al individuo común y corriente- no un letrado ni un académico- en el centro de un sentir poético básicamente urbano que narraba encuentros y subjetividades con un toque surrealista y existencialista. Se sintonizaron con la cultura de masas y con los medios masivos de expresión y utilizaron palabras que evocaban más imágenes que sentimientos. Sus recursos estilísticos fueron, entre otros, la ironía, el juego, la antítesis y la deconstrucción.

 

El movimiento caminó a la par del llamado "Frente Nacional", que consistió en un matrimonio de conveniencia entre los dos partidos políticos tradicionales en el país: el liberal y el conservador. Con este acuerdo, trataron los políticos de minimizar en algo la violencia endémica del país, alternándose entre los dos, sin desangrarse, el poder político mientras se iban ajustando y participando de los múltiples cambios que ocurrían en el mundo, especialmente en occidente. En síntesis era un frente apaciguador, que no invitaba a la polémica, en un país que se urbanizaba rápidamente y que trataba de ponerse a tono con la modernidad. En ese escenario, los nadaistas, contestarios por naturaleza, fueron críticos del modelo político y social establecido, a través de la literatura. Su proyecto- contradictorio y paradójico- era desestabilizador del orden existente. Iconoclastas, utilizaron fundamentalmente la palabra para crear una poesía ajena a los cánones clásicos; con un lenguaje procaz plantearon brillantes paradojas que, curiosamente, los medios de comunicación, especialmente la prensa escrita difundieron profusamente. Liderado por poetas regionales, permitía y alentaba la participación poética de la provincia, en contravía del modelo político centralista. De Antioquia, del Valle del Cauca, de Santander y también de Bogotá eran sus miembros más connotados: jóvenes de clase media, no muy ilustrados, la mayoría sin oficio específico, aunque muchos de ellos se ganaron la vida con el periodismo y a la publicidad, sobre todo, cuando tomaron en serio su rol de escritores reconocidos , aunque tal reconocimiento se debió, sobre todo en principio, más a sus escandalosos actos que a su labor literaria; sin embargo, dichos actos consolidaron su fama a nivel nacional e internacional. Espontáneos, aunque no formados literariamente, con atrevimiento juvenil, inteligencia, humor y sagacidad, dieron aire fresco a la poesía, renovando el lenguaje, los temas y las formas. Los unía, además de lo ya expresado, su postura iconoclasta, su origen urbano y pequeño-burgués y la utilización del lenguaje cotidiano y las vivencias diarias en su poesía. Casi sin proponérselo y con ímpetu algo ingenuo, plasmaron en sus poemas, en versos libres, sus dudas, sus afectos y una especie de profano misticismo.

 


Como movimiento no ha sido continuado o seguido por los poetas que llegaron después; inclusive muchos poetas posteriores rechazaron el movimiento porque decían que eran más los deseos de subvertir cualquier orden que el de crear uno nuevo, más el escándalo que la producción poética; Un anti-nadaismo flotó un tiempo en el ambiente poético. Posteriormente y hasta hoy, no creo que pueda hablarse de movimientos como tales en el panorama poético nacional, pues la mayoría de los poetas conocidos y reconocidos han trabajado de forma aislada, individualista, más que como grupo, aunque pertenezcan a la misma generación. Algunos de ellos, nacidos entre 1945 y 1955 han sido llamados la "generación sin nombre" o la "generación desencantada", pero no porque marquen una tendencia temática o técnica, un ritmo o una métrica conjunta. Los temas siguen siendo los universales, como el dolor, el amor y la muerte, aunque predominen en Colombia el de la violencia (y la paz) y actualmente se trabaje mucho sobre el de las minorías étnicas y el género. Respecto a esto cabe mencionar que casi ninguna mujer figura en antologías o comentarios críticos de enjundia. Hay mucha poesía escrita por mujeres, pero, salvo dos o tres, ellas están lejos del Olimpo poético. Prima actualmente el verso libre, la mezcla de música, poesía y videos, la poesía urbana, los temas y el lenguaje cotidiano (en esto similar al de los nadaistas) y un surrealismo- tal vez heredado de los mismos- así como la búsqueda de nuevas formas y modos de expresión. Se está regresando a una poesía que menciona anécdotas, discursiva, narrativa, hasta cierto punto prosaica y todos participan de un universo poético donde confluyen figuras de diferentes generaciones, diferentes posiciones ideológicas, diversos gustos y tendencias. Hoy es difícil encontrar una revista o una editorial que aglutine poetas por corrientes o intereses comunes. Sin embargo, a pesar de que no hay movimientos específicos, estos poetas se entrecruzan, interactúan y se comunican entre sí y con otros actores sociales en diferentes escenarios, confluyendo en una gran red de significados y significaciones. Brindan muchas y diversas posibilidades de lectura pues los lectores participan y reinterpretan los poemas; la poseía no es totalmente independiente sino que dialoga con otros saberes. Así, el preguntarse sobre cómo se produce, dónde, cómo circula, quién la lee, brinda una nueva perspectiva, tanto para el que escribe poesía como para el que la lee. La poesía, al ser partícipe en los procesos de creación de imaginarios, símbolos, sueños y deseos, como lo anota Martín- Barbero, se constituye en un dispositivo clave en la construcción de las identidades colectivas. Aunque no podemos hablar de movimientos poéticos específicos, ciertas inquietudes temáticas y estrategias coincidentes de encuentros, permiten hablar de proyectos conjuntos y esto es lo que vemos actualmente entre las varias tertulias de la ciudad (y de otras ciudades). Aunque poco se venden los libros de poesía hay varias revistas y publicaciones que siguen difundiéndola, tanto en la capital como en la provincia, gracias especialmente al apoyo de las universidades, tanto públicas como privadas.

 

No olvidemos que las tertulias son un factor de aglutinación y pueden ser un factor de cambio en la poesía y en Colombia abundan. Al tener conciencia del oficio se pueden desarrollar propuestas postmodernas, explorar los adjetivos, lograr desplazamientos semánticos, brindar visiones poéticas renovadas y, conservar, como hasta ahora, el idealismo vivencial en el uso de la palabra.

 

La poesía colombiana actual, nos muestra que lejos de estar agónica, se encuentra llena de vida y dinamismo. Hay nuevas y numerosas rutas en la producción poética: hay visiones ilustradas, trágicas, vanguardistas, mientras que algunos poetas son prácticamente "notarios" de la compleja realidad que nos rodea. En todo caso, la poesía, al expresar el sentir de una época, no está confinada a los versos; lo importante es sentir la presencia de la poesía. Quien lee un poema debe encontrarse nombrado en él de alguna manera; en algún momento de su vida, de sus sueños, de sus experiencias porque el poeta, a pesar de la singularidad de su acento busca la universalidad. La poesía es perenne y como lo expresa Carl Sandburg "La poesía es el diario escrito por una criatura del mar, que vive en la tierra y desea volar".

 


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Conversación con Dora Castellanos

2012 

 

La cita era a las tres de la tarde, pero llegué un cuarto de hora antes. Amablemente me recibió su secretaria Graciela, a quien bauticé mentalmente “Gabriela” por su parecido con Gabriela Mistral. Esperé diez minutos. Con rostro amable, vestida sencillamente con una bata y arropada con un poncho, me saludó cariñosamente la querida poeta Dora Castellanos.

 

Después del saludo, la felicité por su postulación al premio Nobel de literatura, hecho por la Academia Iberoamericana de Letras, Artes y Ciencias de Bogotá,  candidatura que dice Dora, no le fue consultada. Le solicitaron su currículo para un trabajo sobre poetas colombianos y enviaron su trabajo a la Academia Sueca, que contestó diciendo que había recibido el material. Habrá que esperar hasta octubre de este año (2012) para conocer el resultado. Está feliz por el solo hecho de la postulación. Mientras tanto, ella, como siempre, sigue escribiendo y corrigiendo, publicando y regalando sus libros a amigos y admiradores.  Como pertenece a la Academia de la Lengua, le pregunto sobre la posición de la institución frente a la postulación y dice que cree que la Academia debería enviar una carta para adherir a la candidatura.

 

Alrededor de una deliciosa taza de agua aromática empezamos a charlar de su época del colegio en Bogotá, pues mi madre, Cecilia, fue su compañera de pupitre e invariablemente nos acordamos de ella cuando nos encontramos. Se recoge ligeramente en el sofá tapándose las piernas con el poncho o ruana y en su rostro, aún muy hermoso y sin ningún maquillaje, se iluminan sus ojos al evocar esos tiempos. Dora y Cecilia disfrutaban mucho de la poesía, lo cual era visto como pecaminoso por las profesoras. Forraban los cuadernos con papel oscuro y grueso y entre el forro guardaban los poemas que leían o que escribían. Su profesor de literatura, de apellido Piñeros, les puso como tarea recomponer o hacer una copia de un madrigal de Gutiérrez de Cetina (1518-1572), que dice:

 

Ojos claros, serenos,

Si de un dulce mirar sois alabados,

¿Por qué, si me miráis, miráis airados?

Si cuando más piadosos,

Más bellos parecéis a aquel que os mira,

No me miréis con ira,

Porque no parezcáis menos hermosos.

¡Ay tormentos rabiosos!

Ojos claros, serenos,

Ya que así me miráis, miradme al menos.

 

Dora escribió en su cuaderno de tareas, con su letra clara:

Ojos negros, radiantes,
Que de mirar ardiente sois loados
¿Por qué no me miráis ojos amados?
Si cuanto más amantes,
Más bellos parecéis a aquel que os mira,
¿Por qué a mí solo me miráis con ira?
Ojos negros, serenos
Ya que así me miráis,
Miradme al menos.

  

Recuerda con nostalgia esos años en los que luchando contra la oposición de muchos profesores y, en general contra el medio educativo de la época, inició su oficio de escritora, aunque ella realmente había empezado a escribir a los ocho años. En Bogotá, del Colegio Departamental, del cual la expulsaron por encontrarla fumando en el baño, pasó al Ateneo Femenino de doña Inés Álvarez Lleras de Bayona Posada Bonilla, como doña Inés solía presentarse. Allí compartió con Cecilia Salcedo, su cómplice en las aventuras poéticas, con Cecilia Plazas, Angelina Rendón, Clementina Rozo, Herminia Salcedo, Julia Román y tantas otras, cuyos nombres trata de rescatar su memoria.

 Recuerda también a los profesores y cómo los conocimientos de botánica, aparentemente tan inútiles en su oficio, han sido importantes para sus poemas, al describir (y sentir) las hojas lanceoladas, o las flores de tres pétalos, o las solanáceas.

 

Guardaba también entre los libros las hojas de las plantas, para que una vez disecadas pasaran al herbario. Del Ateneo pasó a estudiar mecanografía, taquigrafía e inglés y con la primera solicitud de trabajo obtuvo su primer empleo en la Contraloría General de la República, siendo contralor el doctor Carlos Lleras Restrepo. Se ilumina su rostro al recordar con orgullo su empuje juvenil al organizar un homenaje multitudinario de mujeres para doña Cecilia de Lleras. Inicialmente la habían asignado a un departamento en el que había una persona enferma de tuberculosis; Sin embargo el mismo Dr. Lleras dijo que una niña tan bonita como Dora. No se podía quedar ahí y la trasladaron al Departamento de Estadística. Más tarde se dedicó a las Relaciones Públicas y luego vino carrera diplomática en Venezuela, el país de sus ancestros por el lado paterno.

 

Casada, con hijos, trabajando, nunca dejó de escribir aunque a su esposo poco le gustaba éste oficio. Cuando le preguntaban por ella en relación con la escritura, decía que no vivía allí, pero Dora insistía en escribir. Cuando iba manejando y le surgía una idea o un vocablo para sus poemas, se detenía y anotaba en un cuaderno que siempre llevaba consigo. Aún ahora, revisa sus viejas agendas para hallar ideas, revisar poemas y, supongo yo, para recordar vivencias que el tiempo va borrando.

 

Ha escrito en prosa (crónica y ensayos) pero más que todo en verso, porque como ella misma dice: “es que el verso se me da; pienso en verso y tengo que escribirlos”. Así, sus poemas, que se pasean por todos los géneros: madrigal, romance, odas, haikus, son los que más la han hecho conocer y los que la han llevado al sitial en el que hoy se encuentra. Tiene muchos sonetos, de perfecta factura, que según ella es una forma pasada de moda, debido a que los que escriben no la dominan. Aunque le gustan los versos libres, casi siempre termina escribiendo en verso, sin darse cuenta. “Escribo sonetos porque puedo”, remata.

 

Ante tan vasta y diversa obra, no puede dejarse de preguntar por el factor genético que dicen tiene que ver con que uno escriba. Sí, dice Dora, “mi abuelo paterno fue un poeta venezolano, el General Carlos Elías Echeverría Figueredo, escribió un libro de poemas que se llamó “Las horas perdidas”.  Era repentista y en las fiestas improvisaba para las jóvenes asistentes. En una ocasión terminó así un poema dedicado a una bella niña de apellido Islas: “…Y al ver y al considerar/ que hay en la naturaleza/ Islas de tanta belleza/quisiera volverme mar”.

 

 

Sus padres se conocieron en Barranquilla, cuando su mamá y sus tías fueron a pasar vacaciones largas en el litoral. Fueron tan productivas esas vacaciones en cuestión de amores, que no solo se casó su mamá con Carlos Echeverría, sino que una tía se casó con un barranquillero apellidado Galofre y su otra tía, Helena, se enamoró y se casó con un italiano de apellido Salicci, que había llegado a Barraquilla a presentar una función de marionetas. Dora es pues, una simbiosis poética entre Venezuela y Colombia, aunque ella, amando a Venezuela, se siente “colombiana integralmente”. Siente a su patria de manera profunda, como lo atestiguan sus homenajes poéticos a nuestra diversidad humana y geográfica. Muchos de esos poemas hermosos y sentidos los presentó en su libro Colombeia, en uno de cuyos versos dice: “Colombia en mi mente, en mi vida/ como una secreta pasión”-Hablando de amores, además de sus hijos y sus nietos, de sus dos patrias: Colombia y Venezuela, tiene también sus amores espirituales; Bolívar y Miguel Hernández. Para este último tiene un libro, sin publicar: “Propósito de espuma”, con el siguiente epígrafe:

 

 Aunque bajo la tierra/ mi amante cuerpo esté/escríbeme a la tierra/ que yo te escribiré. 

 

Continúa con entusiasmo hablando de su familia.  “La rama paterna es de Venezuela; por el lado materno, es del Huila. Piedad Gutiérrez Cuéllar era mi madre. La rama paterna tuvo que salir de Venezuela perseguida por el dictador Gómez. Dicen que, cuando el abuelo murió la abuela quedó sin habla. La familia llegó a la Costa con mi papá y con mis tíos. Se instalaron en Barranquilla y pusieron un negocio, “La Estrella”, dedicado a la importación de rancho y licores, fabricación de hielo y heladería, lugar de encuentro, que a las cinco de la tarde se llenaba de jóvenes que iban a comer helados”. Su papá se casó dos veces; de un matrimonio, dos hijas: ella y su hermana Gloría Echeverría de González Méndez, casada con venezolano y vive en ese país, como la hija de Dora, Marilucía, doctora en psicología y que le ha dado cuatro nietos. Tiene  tres nietos más de su hijo Fernán, doctor en zootecnia: dos mujeres  que estudian en Francia y el benjamín de la familia, que así se llama, “el más pequeño de mis grandes amores”, como se refiere Dora al menor de sus nietos. A todos los ama y extraña, pues ninguno vive en Bogotá, pero definitivamente, Benjamín le “tiene el corazón comprometido”.

 

Entre los escritores y poetas se deleita especialmente con  Jorge Manrique, San Juan de la Cruz, Antonio Machado y, entre los colombianos, con Germán Pardo García, gran poeta olvidado por los críticos. Al preguntarle por las mujeres, ya que no ha nombrado ninguna entre sus favoritos, inicia su corta lista con Safo, Rosalía de Castro - Carmen Conde-         Entre las latinoamericanas de principios del siglo veinte: Gabriela Mistral, Juana de Ibarborou, Alfonsina Storni, Delmira Agustini. Nombra también a la francesa Marceline Desbordes-Valmore (1786-1859) y a la sueca Selma Lagerlof (o Lagerloef), primera mujer en obtener el premio Nóbel de Literatura en 1909.

 

Calla un momento, mientras los recuerdos y las voces de sus escritores favoritos danzan en su cabeza, y retoma la palabra para decir de memoria estrofas de las Coplas a la muerte de su padre, de Manrique: “…cómo se pasa la vida, / cómo se viene la muerte/ tan callando,…/ cómo a nuestro parecer /cualquier tiempo pasado/ fue mejor/.

 

Cuenta que le hizo una réplica a esas coplas, guardando la misma forma métrica de coplas de pie quebrado. Recuerda con deleite las liras místicas de San Juan de la Cruz y me explica que están compuestas de tres versos heptasílabos y dos endecasílabos.Hurga en su memoria y dice: buscando mis amores/ iré por esos montes y riberas, / ni cogeré las flores, /ni temeré las fieras/ y pasaré los fuertes y fronteras.

 

“Mamá Lalay”, como le dicen sus nietos está cansada; su rostro pide que acorte mi visita, a pesar de que ambas estamos encantadas charlando y evocando. Me dice que su color favorito es el rosado porque ha pedido siempre a Dios que su vida sea color de rosa, aunque se ha encontrado siempre con las espinas.Su plato favorito no es uno sino varios: el friche, típico de la etnia Wayuu, hecho con carne, huesos y vísceras de chivo; un buen ajiaco, una cazuela de callos, pechuga de bagre, dice como aspirando su perfume, la sopa de cebolla Un recuerdo de su infancia la lleva al día de su primera comunión. Al recibir la hostia se le pegó al paladar y con cuidado la desprendió con la lengua, pero no tuvo paz en su fiesta porque pensaba que por haberle pasado la lengua a la hostia había cometido pecado mortal.

La mejor hora para escribir, lo dice sin titubear: de las once de la noche a las tres de la mañana, aunque aclara que: “cuando la poesía la acomete, en cualquier parte y hora, coge lápiz y papel y anota. Casi siempre, cuando empieza el primer sueño de la noche, llegan a su cabeza los versos y tiene que escribirlos.Al preguntarle si ora, dice que sí, que la oración la consuela, la ayuda. Reza con camándula bonita y fina y cuando no la tiene, hace una introspección profunda. Para Dora la oración es la mejor ayuda. Admite que no es católica practicante, porque a pesar de que cree que no comete pecados, le da mucha alegría cuando mueren bandidos y terroristas y sabe que desearle la muerte a alguien, y a veces hasta pensar que ella podría matar a alguien así, es pecado;  por eso no comulga.

 

Un recuerdo de su vida de mujer, mejor de su vida de escritora, como ella precisa, fue cuando el Presidente Belisario Betancur le impuso, el 22 de agosto de 1984, la condecoración Simón Bolívar por sus eminentes servicios  a la nación”.  Su poeta favorito es José Asunción Silva, y al preguntarle por nombres femeninos sus favoritos son : Irene, Rosalía, Adelaida.

 

Al  hablar de lo mejor de su oficio contestó: “Es cuando buscando la palabra precisa y preciosa la encuentro y la “fraseo” en el poema que estoy escribiendo. Sé si la necesito aguda, grave, trisílaba, porque aunque no tengo oído para la música, conozco y siento el ritmo del poema, de la palabra. Sé cuándo le falta una sílaba a un poema. Percibo mucho la cacofonía de los versos ajenos; de los míos me cuido mucho, así como de las repeticiones. Busco el significado de la palabra en el diccionario y no pongo una palabra cuyo significado desconozco, ni uso una palabra para “llenar” un poema. Clasifico las palabras en feas y lindas, por ejemplo, cristalino es linda, así como irídeo (del color del arco iris) y calígene (niebla, oscuridad). Me gustan las palabras esdrújulas porque campanean”.

 

Al referirse a lo peor de su oficio, dice que no puede hablar de lo peor de su oficio, porque la poesía no tiene peor. Es todo luminoso, bello y fantástico y agrega:” Creo que la poesía está inmanente en todas partes. El poeta la encuentra en la calle, en el parque, navegando. El poeta la ve, la percibe y la aprehende”.

 

Al preguntarle que cuándo se había sentido poeta, me contestó que uno no siente un momento especial para llamarse o creerse poeta. Agrega pausadamente: “tal vez cuando se concluye un poema se siente una felicidad anímica inenarrable, pero casi siempre es en solitario y casi nunca lo comparte uno con nadie para que no lo tilden a uno de loca. Además, yo no hago callar a nadie para que me oiga; nunca me las doy de poeta, pero cuando escribo siento una felicidad que físicamente puede comparase con batir una melcocha grande para hacer dulces. Yo no público nada fresco o recién hecho. La poesía es como el vino, hay que dejarla reposar en el silencio y ojalá en la oscuridad. No se puede asustar al vino. Alguien me enseñó que cualquier ruido asusta al vino. Un vino se añeja en el silencio perfecto. Así es la poesía; entre el ruido no se puede escribir. Poesía o versos me llegan solos y siempre tengo lápiz y papel a la mano. “Cae en mí la poesía como caen las hojas del otoño”.

Le pido un recuerdo especial o una anécdota de su paso por la diplomacia y contesta rápidamente: “bueno, francamente nunca me sentí diplomática. Trabaje, además con algunos embajadores que casi me prohibían decir que yo era escritora y menos aún publicar en los diarios venezolanos”.

 

Pregunta corta, para una respuesta inmediata: ¿Lo mejor del matrimonio?: contesta: la viudez. Ante mi sorpresa, añade risueña: “la viudez de marido vivo; es decir la separación o el divorcio. En realidad el matrimonio es una coyunda como la de los bueyes en los carros campesino en los que no se puede mover la cabeza libremente; el marido siempre pregunta, ¿por qué?, ¿para dónde?, ¿cuándo y cómo? Eso durante largo tiempo le produce a uno un corto circuito. Mi esposo me prohibió escribir y como ya dije, cuando me preguntaban, decía que yo no vivía allí. Cuando nos separamos me dijo que por qué utilizaba su apellido Castellanos. Yo le contesté que por don Juan de Castellanos, escritor nacido en Tunja “.

 

¿Lo mejor de la soledad?: “que uno puede profundizar dentro de sí mismo y ahí encuentra tesoros; además, quien está con Dios nunca está solo”, dice con convicción.

 

Repite ahora mi pregunta: ¿Lo que más me gusta de Colombia? Con una chispa en sus ojos claros contesta: “que tenemos dos mares y tantos ríos tan bellos, que creo que todos son azules. También me gusta su gente, que es amable, especialmente culta y educada en la otrora llamada Atenas Suramericana. Digo esto porque eso se nota cuando uno viaja a otras partes. Me gusta también, y especialmente, la superación de la mujer en los últimos años. Estamos aprendiendo a valorarnos, a entender que somos capaces de soportar hasta la soledad y que tenemos una misión que cumplir con la vida porque esta es una tea encendida que hay que pasarla a los hijos, si se puede, o en todo caso, a los demás”.

 

El 21 de octubre, después de su viaje al Perú, la llamé para felicitarla, tardíamente, por su cumpleaños, que es el 9 de octubre, entre otras cosas, muy cerca de él. Somos mujeres Libra, si eso tiene algún significado. Nos felicitamos mutuamente y me habló de su viaje a Machu Piche y de ciertos lugares que, según ella, no podían dejar de visitarse, entre otros, a Iguazú, con sus mágicos colores que a veces, remeda una cabellera amarilla; un crucero por el Nilo, las islas griegas y, en fin, tantos sitios maravillosos y lejanos como el Japón, donde la poeta ha sido  invitada y aclamada.

 

Han pasado casi cinco años desde que tuvimos esta charla, que he guardado como  “Memoria” de Dora, a quien quiero como amiga, admiro como mujer y respeto y disfruto como poeta; Hablar con ella es un placer y una enseñanza. Después de tanto tiempo, considero que es oportuno compartirla para que se conozca, para entender mejor su vida y disfrutar su obra literaria.

 

Después de tanto tiempo con no junto Entre los muchos reconocimientos como los que ha recibido, vale la pena resaltar su inclusión junto a otras 23 escritoras colombianas en el  Diccionaire Universel des Femmes Créatrices, 2013,  dirigido por Antoinette Fouque y editado también a finales de 2015 en ebook, ambas ediciones en francés. ¡Que gran acierto!, porque sin duda, la obra de Dora Castellanos es parte importante del patrimonio cultural del mundo.  

    

 María Isabel Hernández S.
Derechos Reservados
Junio de 2012.