LA PAZ SIN FALSEDAD NI MAQUILLAJE
Colombia, inmolación y sacrificio, atávica propensión a la refriega. ¿Por qué tanta ferocidad amada patria mía? ¿Por qué abonar la tierra con sangre de tus
hijos? ¡Inútil mortandad
absurda y fratricida!
¡Busca la paz, que la semilla
inerme la reclama! ¡Que
los retoños no quieren más padres masacrados! ¡Que el campo es bello de verde y no de rojo!
¡Que
se dé un alto para siempre en
el fragor de las luchas desquiciadas! ¡Que
se dé la paz sin subterfugios ni mentiras! La paz genuina, inmaculada e incorrupta, la reconciliación total y plena, la paz sin falsedad ni maquillaje, la paz auténtica del corazón arrepentido.
Nunca la
paz como instrumento furtivo que
continúe la guerra, nunca
como impúdica semilla de
fruto pérfido y artero. Ni
cínica, ni hipócrita, honesta
solamente. Sincera y diáfana, fruto castísimo de la unión piadosa, de la sagrada conjunción de la contrición y la indulgencia.
Copyright
Agosto 29 Del 2013 LA POESÍA,
UNA MANIFESTACIÓN INEXTINGUIBLE
Nuestro mundo no es propicio para la expresión
de las más altas manifestaciones del espíritu. Nuestro mundo es primordialmente el dominio de lo material. Los
intereses del hombre que lo puebla rondan lo práctico, lo positivo, lo utilitario y lo corpóreo. Expuesta
la especie sapiens a la extinción y a los rigores de la naturaleza resulta entendible que emerja bajo esas patrones.
Su lucha por la subsistencia es inevitablemente material e instintiva, pero satisfecha la necesidad primordial sigue uno percibiendo
una proclividad a dominar y poseer que no resulta imprescindible. Fortuna y poder afirman al hombre en el mundo,
lo revelan exitoso ante una selección natural que recompensa a los ‘mejores', pero remotamente lo descubren como
ser superior capaz de proclamar su espíritu. El hombre corporal es apenas la dimensión más primitiva
de la condición humana. Más que el ser devela el poseer. Lo elaborado, lo cultivado, lo irreprochable,
lo virtuoso, lo exquisito, en fin, las manifestaciones intangibles, denotan, en cambio, al hombre trascendente. Descubren
el valor del poseedor y no el de lo poseído. Pero trascender es un proceso selecto, luego resulta vocación de
pocos, y esfuerzo, arduo y apático para la mayoría. Siempre habrá más materialistas que quijotes No obstante, encuentro entre esos dos polos que caracterizan la condición humana un ingrediente natural que los conecta:
el sentimiento. Tan primitivo como el instinto, el sentimiento se erige, a mi parecer, como la primera manifestación
espiritual del hombre. La inicial, la precursora, la puerta de entrada a ese algo superior, que denomino espíritu,
que pone freno a la ambición material, que modera los impulsos egoístas y que busca el bien como fin esencial
de la existencia. El sentimiento al hacer consciente al hombre de sus dichas y dolores, lo hace sensible, humano, en
la mejor acepción de la palabra, lo relaciona con sus semejantes, lo hace trascender de su mundo material. Es la antesala
a un mundo espiritual sin lindes. El mundo de los sentimientos subyace en el poema, luego la poesía traduce
el mundo espiritual del hombre. Al expresar el sentimiento la poesía encumbra al hombre, luego es la poesía
más que una manifestación literaria circunscrita a unos pocos eruditos. La poesía es una manifestación
universal que habita en todo ser que tenga sentimientos. Y no hay, por perverso, corazón exento de ellos. El hombre
puede ser esclavo de lo material, pero también de los afectos. Tener sentimientos resulta inevitable. Aventurándome
en mi reflexión evolutiva afirmaré que existe un sentimiento poético que precede a la poesía misma,
y que existió un momento en la evolución del hombre en que ese sentimiento incorporó el lenguaje. De
esa unión del sentimiento y el lenguaje debió brotar la poesía. Luego procede la poesía de los
mismos albores de la humanidad. Arriesgada hipótesis, que aunque especula sobre un recóndito pasado no parece
incoherente. Vistas así las cosas, encontramos la poesía inmersa en varios escenarios. En forma simplificada,
en uno universal y popular, en uno letrado, y en uno escolar y académico. Anoto del primero que la poesía
se difunde en boca de la masa, volviendo popular lo culto. Pero además se enriquece con el sabor del pueblo, con sus
giros y vocablos, con sus costumbres, con el testimonio de su tiempo. La lírica popular, como la copla, por ejemplo,
también se vuelve prueba, evidencia histórica, social y antropológica. La poesía en este escenario
tiene con la multitud su porvenir asegurado. Cosa distinta ocurre en nuestro medio con el ambiente escolar, esquivo
para ella. Al conocimiento tangencial de los autores se suma la indiferencia con su obra. Los centros literarios de antaño,
que congregaban a los estudiantes todas las semanas con las mejores expresiones de su talento retórico, desaparecieron.
Los colegios mandaron al exilio la declamación y los poemas. Las artes forman la personalidad, son más
que un pasatiempo. Pero hay que experimentarlas para que forjen el espíritu: la fría información que
de ella dan los textos no sirve para nada. Un mundo en decadencia espiritual no puede seguir pasándolas por alto. El futuro de la poesía en este ambiente dependerá de los ‘sabios' que rigen las políticas de
educación en los colegios. Por lo pronto es desalentador el panorama, y no por sustracción de vocaciones. Quienes
trabajamos talleres con los niños sabemos que hay suficiente inspiración para que la literatura, y en particular
la poesía, pervivan. La poesía que habita en el más selectos de los mundos, el los estudiosos y
los que la cultivan, tendrá siempre un destino asegurado mientras no sucumba el escritor a la tentación de la
vanidad y el narcisismo. Su universo exclusivo y circunscrito vuela al infinito. De sus raíces brota la devoción
por los predecesores, de su cantera emerge la producción poética en su manifestación más depurada,
de sus autores nacen los versos que consagrará el futuro. Han de ser estos círculos los guardas del idioma,
faro en el sendero oscuro, trayecto y trayectoria, celo que mantenga la flama inextinguible. A pesar de las nostalgias
que con base en el presente el devenir presagia, debemos admitir que la poesía sobrevivirá a quienes hoy la
cultivamos, porque es una manifestación inagotable que no sucumbirá mientras subsista el sentimiento, ni fenecerá
mientras la lengua exista. ¡La poesía persistirá mientras exista el hombre!
________ Durante más de 15 años, he sido beneficiario
de la amistad del Doctor Luis María Murillo Sarmiento, lo cual me la pauta a seguir en la descripción de su
persona, su sensibilidad, inteligencia y voluntad, en suma, su humanismo que lo hace único, específicamente
singular entre sus contemporáneos. Sin embargo, es por carencia de palabras que sean justas y a la altura del hombre
superior que pretendo describir, que recurro a esta entrevista inspirada en la autocrítica que Luis María hace
de sí mismo: "Conócete a ti mismo", inscrito en el pronaos del templo de Apolo en Delfos, es en Luis
María, no autoalabanza, sino autoconocimiento, el más valioso de todos los dones que pueda poseer un ser humano,
porque lo hace honesto y creíble. Su trayectoria como médico ginecólogo está marcada no solo por
su entrega total a su profesión, sino por su paralelismo con la literatura, su otra gran pasión demostrada en
más de veinte obras de carácter existencial que traslucen un cierto encanto por la muerte, ajeno totalmente
al del suicida. Liberando su pensamiento crítico de su personalidad de poeta tímido que no quiere ser famoso,
su existencia es, "un reposo plácido, sin premuras, sin afanes; una trinchera que se burla de las imposiciones
de la vida, una especulación misteriosa, un abordaje a la nave de la vida que puede dar a los sanos pero que puede
también tranquilizar al moribundo." Entrevista JB. Bienvenido Luis María
a este encuentro que es de continuidad de muchos otros cumplidos entre nosotros desde que nos conocimos hace ya varios años.
Sin embargo, repito lo escrito al comienzo de este trabajo, temo no ser justo en mis apreciaciones por lo que recurro a su
propia autodefinición para formular mis preguntas. La primera. ¿Qué tan primordial como la
muerte, es para usted la condición humana, con toda la carga de defectos y virtudes? LM. La condición
humana es primordial en mi obra. A la vez que comprendo las debilidades del hombre las desenmascaro, cual si proclamara que
es mejor ser cínico que hipócrita. Y en ese desenmascaramiento la infidelidad, los celos, la vida de pareja
son plato favorito, condimentado, además, con el picante de la explicación fisiológica. En lo social
fustigo, en nombre propio, o a través de mis personajes, a todos los niveles: defiendo la autoridad, pero la increpo;
defiende el capital y lo espoleo. Ni el pobre es por pobre víctima inocente, pues mucha imprevisión percibo
en su infortunio. En mi concepto, en toda desgracia humana tiene parte de culpa el inmolado: los males serían menos
si las victimas fueran con los rufianes menos permisivas. JB. Aborda en su obra una dialéctica entre la
bondad y la libertad, ¿por qué? LM. Efectivamente, la libertad y la bondad son foco primordial mi atención
y sobre ellas edifico buena parte de mi filosofía. Los encuentros como contrapuestos que brindan en su punto de equilibrio
la felicidad; la felicidad del hombre sabio, intelectual y justo, capaz de reflexionar sobre sus propias acciones. En su discernimiento
todo el trabajo se lo dejo a José, personaje principal de mi novela Seguiré viviendo. José ssentía
que la libertad, que tanto amaba, encarnaba más la aspiración personal y egoísta, en tanto la bondad
representaba la expresión filantrópica que moderaba los excesos de la libertad. JB. La mujer en
su obra encarna indefectiblemente la ternura. Usted la enaltece en la práctica de su profesión y también
en su obra literaria. ¿Cuáles es su razón? LM. En todo hombre hay una inclinación
innata hacia la mujer, pero cada cual la matiza con la carga de sus razones y de sus sentimientos. El hombre primitivo apenas
la verá como hembra. En mi caso, en medio de los malogrados amores que nacen de mi pluma, versos y prosas, y que deberían
dejar una sensación pesimista, la mujer sigue siendo la fuente de la felicidad más exquisita. Y a través
suyo, la paternidad, con la dicha de los hijos, son otro motivo de alegría que nos proporcionan. A la mujer debemos
nuestra existencia y la longevidad de la especie humana. No podemos menos que amarla y defenderla. JB. Su actividad
literaria ha corrido paralela con su actividad profesional. ¿Desde cuándo? LM. Desde la infancia
afloró la vocación literaria. En la adolescencia se hizo evidente mi inclinación por la medicina, y desde
entonces, las dos corrieron paralelamente. La historia y la crítica filosófica fueron el motivo predilecto de
mis escritos en los años escolares. En el ejercicio más formal de la literatura, puede decirse que el género
epistolar fue el predominante en los primeros años. JB. Conozco muy bien su obra periodística
sobretodo su admirable óptica analítica y crítica. ¿Cuándo y por qué decidió
ser periodista? LM. Creo que periodista es una denominación gigante para mi humilde quehacer, pero si así
lo denominamos, el periodismo se convirtió en fuente cotidiana de mis escritos -comentarios habitualmente breves- cuando
el diario colombiano El Espectador publicó una comunicación que dirigí a su director agradeciendo el
homenaje rendido a mi padre en 1988 con motivo de la conmemoración de los 55 años de la creación de los
Servicios de Sanidad Vegetal y Entomología Económica en el país. Intuí en aquellas columnas la
posibilidad de divulgar mi pensamiento y mi actividad literaria se volvió particularmente epistolar. Mis comentarios
comenzaron a aparecer, particularmente en la sección de los lectores, en los periódicos El Espectador y El Tiempo.
Con los años se constituyeron la materia prima de MI segundo libro: Epistolario periodístico y otros escritos,
publicado en 1998, y serían el preludio de mi blog en internet. JB. Su primer libro... ¿cuál
fue? LM. Fue un poemario: "Del amor, de la razón y los sentidos", publicado en 1997. Intento editorial
estéticamente poco afortunado, pero bien recibido en virtud de su contenido. Error subsanado con la segunda edición,
publicada en el 2009, gracias a mi mejor conocimiento del mundo editorial. El libro, dedicado a la poesía lírica,
comprende tres capítulos: uno de poesía erótica (amorosa más que sensual), otro de poesía
filosófica y uno final de inspiración naturalista. JB. He leído "Poemas de amor y ausencia"
(1999), fascinado por el sentimiento que conlleva cada uno de sus versos. Hoy, a casi 18 años de su publicación,
el tema es vigente. El ser humano sigue experimentando los mismos altibajos anímicos existenciales. Creo que debe ser
publicado nuevamente. ¿Qué opina? LM. Pienso que sí, entre otras cosas porque la edición
se agotó. Y refiriéndome a su contenido, creo que el hombre desde su misma génesis se ha debatido entre
amor, la muerte, la tristeza y la añoranza. Como afirmo en su prólogo, "el indescriptible paraíso
del amor correspondido como la ausencia insondable del desamor, la misma noche tornan mágica y engalanada, ansiada
y soñadora; o llena de sombras y agonía, de soledad que espanta y que en la muerte busca compañía".
Y me ratifico en que "el espíritu dichoso es feliz como el sol del mediodía, y el que sufre, de gris está
impregnado, como un día de obscuras nubes que anuncian la tormenta". Definitivamente sí. Debe ser publicado
nuevamente. Las situaciones son y serán siempre las mismas. JB. Su devoción por la historia y lo
académico convirtió en libro lo que inicialmente iba a ser una conferencia para un congreso de médicos
internos. Entiendo que esa es la historia de Del oscurantismo al conocimiento de las enfermedades infecciosas (2001). Su opinión. LM. Es cierto: la excesiva información recopilada dio origen a esta obra sobre la evolución del conocimiento
científico de las enfermedades contagiosas y las conquistas más importantes en ese campo, que se inicia en la
remota antigüedad con la teoría de los humores y concluye con el descubrimiento de la penicilina y la descripción
de los virus tras la aparición del microscopio electrónico. JB. Cartas a una amante. El contenido
fascina por la profundidad de los sentimientos de los protagonistas... ¿Qué hay de usted en esta obra?
LM. Mucho. Real e hipotéticamente. Y más que por la trama por las ideas. En la obra las cartas vuelven
a ser el vehículo para mis cavilaciones, pero esta vez bajo la forma de una novela epistolar. En ella Paola, la protagonista,
irrumpe como amante en la vida de un crítico, profundo conocedor de la vida de pareja. Una bella, furtiva y fugaz historia
de amor sumerge al lector en profundas reflexiones sobre la vida de la pareja, el comportamiento humano y la sensualidad y
la sexualidad humana. El protagonista, que cree ser conocedor de los males que acechan al amor padece como novato los mismos
males que procura prevenir a otros con sus advertencias. Reniega y sufre igual que un inexperto, pero al final le pongo un
punto final con una lección edificante. La obra la dedique a los que aman, a los damnificados del amor, a los puritanos...
y a sus víctimas. JB. Seguiré viviendo, publicada en el 2007, es una novela-ensayo sobre la fragilidad
del hombre, sobre el drama de la vida y de la muerte, un tema prevalente en la mayoría de sus obras. ¿Por qué? LM. La vida como asunto de reflexión resulta inagotable. Inmerso en ella, el encuentro fascinante para el
debate y la crítica. De una parte, existen aspectos filosóficos atrayentes, de otra, resulta inevitable no aprovecharla
para llamarle la atención a la estupidez humana. La muerte cautiva por su misterio, por sus aspectos especulativos,
por las deducciones que conlleva, que en mi caso, como lo dije en algún verso, puede ser un nuevo amanecer, un nacimiento.
El tema de la vida y la muerte, en Seguiré viviendo, es una reivindicación del hedonismo, pero también
una exaltación de lo trascendente; un juicio a la vida y a la condición humana, forzosamente una especulación
en torno a la muerte, porque al fin y al cabo es el protagonista un moribundo. Ese moribundo, José, es mi creación
para traslucir mis propias convicciones. Seguiré viviendo es el triunfo de la pluma sobre la muerte, es la conquista
de la inmortalidad de quien deja para la posteridad su pensamiento.
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Viene de 1er,Columna JB. En el 2008 usted publica un nuevo poemario, Intermezzo poético. Su lectura deja entrever un cambio
de edad no solamente física sino intelectual. ¿Lo fue? LM.
No exactamente. Aflora en mí un nuevo sentimiento, aunque se insinúa todavía aquél viejo de los
amores frustrados, pero retocados con un acento de esperanza. Ahora el afecto es más sublime, menos perecedero, más
reposado y trascendente. Que dediqué la obra a Luis David y Juan Felipe, mis hijos, no fue mera coincidencia. La obra
destila amor por la patria y por los hijos, y un tanto de reflexión existencial. JB. En el año 2009, un frustrado congreso de bioética fue el motivo que convirtió
un revés en logro, publicando usted un ensayo relacionado con la humanización -el tema del congreso-: La deshumanización
de la salud, consideraciones de un protagonista. Creo que esta obra es la de mayor impacto crítico sobre las profesiones
de la salud. ¿Lo considera así? LM.
Indudablemente. Mi consternación por la insensibilidad que ha ido socavando el arte de curar me llevó a formular
las causas que a mi parecer han conducido a tal estado. Y ese estado fue el que, con ánimo idealista, me llevó
a postular la humanidad como valor fundamental de todas las profesiones de la salud. JB. Este no es mi mundo, su poemario publicado en el 2011 conmueve por sus augurios de un
final terrenal inexorable y un mundo moralmente en decadencia. Este no es mi mundo ¿No lo es? LM. En efecto, no lo es. Y puede interpretarse desde una doble perspectiva:
porque no transijo con su mal gusto y sus valores en decadencia, y porque aborda el tema de la muerte, que hace parte de otro
mundo. Este no es mi mundo alcanza las fronteras de un más allá definitivamente añorado ante el convencimiento
de los dobleces de la sociedad y los males del mundo material. Especulativo, reflexivo y filosófico, este libro fue
escrito para develar mis sentimientos. Me sumergí poéticamente en los misterios del cuerpo, del alma y de la
vida. También abordé la vida con sentido crítico, haciendo de su rechazo un poema central que fue el
que dio el título a la obra. JB. Como un cronista de la realidad que se exalta
ante los sucesos diarios y deja el testimonio de sus diferencias con el mundo, usted publicó en el 2016 Reflexión
y crítica, 40 años de cartas, columnas y artículos de opinión, recopilación de cuatro décadas
de escritos analíticos, críticos y filosóficos. ¿Cómo define usted este aspecto de su vida
de escritor? LM. No puedo callar ante lo injusto, ante lo
grotesco, ante lo que me irrita. Describo la realidad y opino. Dejo el testimonio. Creo que he sido un cronista de la realidad
cuya pluma se queda corta ante tantos sucesos que a diario la exaltan. Incapaz de transformar un mundo que torpe, malévolo
o indiferente se resiste al cambio, he terminado por dejar, al menos, de puño y letra, un testimonio de mis diferencias
con sus desaciertos. JB. La muerte acecha, ¿Hasta qué
punto es el retrato de su vida actual como ginecólogo? LM.
Es imposible desligar mi vida de las de mis protagonistas, pero siento que al escribir en primera persona estoy narrando situaciones
verdaderas, luego debo ser fiel a la realidad. Estaría contando mi historia, y cuando lo haga no diré nada que
no haya sucedido. En cambio, cuando utilizo un personaje para expresar mi pensamiento, me siento en libertad de relatar hechos
ficticios. Entonces, el pensamiento, que es lo que más quiero destacar, es real, pero aderezado por situaciones que
no necesariamente lo son. Un asunto ético diría yo, que me da libertad como escritor y no me pone en aprietos
con mi conciencia. La muerte siempre acecha, es un retrato de nuestra medicina, de las angustias del médico, de los
sufrimientos del paciente, de la irresponsabilidad y la inhumanidad con que funciona nuestro sistema de salud. Mi anhelo es
mostrar cómo funciona un hospital y que pasa tras de los muros que se ven desde la calle. JB. Al igual que Reflexión y crítica, 40 años de cartas, columnas y artículos
de opinión, "La muerte acecha" llega a definir nuevamente el pensamiento crítico de su autor, implacable
cuando se trata de revelar novelescamente lo que es una realidad política y social: vista como un desafío
a las prácticas forzosamente aceptadas por la mayoría de nuestra población impotente antes las estructuras
de poder, estas dos obras son un testimonio de la verdad que deben servir como textos de estudio de las nuevas generaciones
de periodistas y profesionales de cualquier otra práctica, que quieran ser voceros de cambio de los actuales sistemas
de manejo de los servicios de salud, en crisis actualmente, para no mencionar otros campos, igualmente definidos. Bien podríamos continuar esta entrevista porque es enorme
la producción literaria del Doctor Luis María Murillo Sarmiento, humanista, docto escritor, periodista, y POETA.
"La premisa del pensamiento crítico es dudar de todo lo que se lee o escucha, para acercarse con mayor precisión
a los datos objetivos" Definición es esta que buen puede ser aplicable a Luis María. Su pluma existe para
rehabilitarnos, no solo físicamente, sino moralmente, a la práctica de los valores humanos que en él
son innatos. Su pensamiento crítico nos hace ser más conscientes de y menos conformistas la cotidianeidad de
la corrupción moral y material que aflige a la mayoría de nuestras instituciones gubernamentales empeñadas
en distorsionar la realidad. Gracias Luis María.
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